El arte románico se asocia generalmente con la Orden benedictina de los monjes de Cluny a la que acompaña en su extensión por la Península, desde Cataluña y el norte de Castilla hasta León y Galicia, llegando por el sur hasta el centro de Castilla la Vieja y, por el Este, a Valencia.
En la Península este estilo dejó como herencia un gran número de bellas iglesias, catedrales y monasterios, con sus magníficos claustros. Aunque todas las obras responden a una unidad fundamental de estilo, toman formas distintas en los diversos reinos medievales; debido sin duda a que en algunas de ellas trabajaron artesanos y arquitectos venidos a la Península y así reproducen obras francesas, mientras que en otras se observan la continuación de formas más propiamente hispanas, posiblemente por haber sido artesanos hispanos los mayores contribuyentes.
En el Levante hispano, catalán y aragonés, la torre campanario es generalmente esbelta y elevada; mientras que en León y Castilla la torre es generalmente más pesada y relativamente corta. La portada principal está cubierta con frecuencia por un atrio con columnas, recuerdo de la tradición romana. La portada misma, o se concentra en los arcos de entrada o sigue una composición lineal, con una evidente influencia francesa en casi todos los casos. La composición de los temas escultóricos responde a la espiritualidad de la orden y se encuentra de manera semejante en ambas partes de los Pirineos. Los interiores, de planta basilical o en forma de cruz latina, llegan a alcanzar notable altura, ostentando algunos elevadas bóvedas hemisférica, o de media naranja.
La escultura románica en la Península es casi exclusivamente de carácter religioso con el uso predominante de piedra para las imágenes del exterior y de madera para las destinadas al culto en el interior de las iglesias.
La escultura como elemento arquitectural se usa con frecuencia para decorar los tímpanos y archivoltas de las puertas de las iglesias. En ellas las figuras constituyen una escena religiosa o una narración completa. Importante en la escultura arquitectural son los numerosos capiteles que coronan las columnas, tanto de iglesias como de los claustros monásticos. La riqueza artística y el gran número de los capiteles conservados hacen de ellos la forma que más se identifica con el estilo románico.
Los temas responden a la espiritualidad religiosa característica de la orden de Cluny dando mayor importancia a la representación del Todopoderoso (Pantocrátor); o la Virgen sentada sobre un trono con el Hijo en su regazo y escenas bíblicas. Es muy frecuente la presentación de Cristo en la Cruz, aunque no tanto como una figura doliente sino acentuando en su postura, más su majestuosidad que su sufrimiento. También es frecuente la de la Virgen María sentada con su Hijo en el regazo y de los santos importantes en la liturgia universal o peninsular: Santiago, San Pedro, San Isidoro y algunas figuras bíblicas de particular popularidad en la tradición monástica europea. Aunque se puede hablar de un realismo en muchos detalles de la escultura románica, su realización responde a los fines religiosos a que se la destina. Es característica la forma hierática que se aplica a las imágenes, con la que se expresa reverencia a la Majestad divina o a los santos.
De la escultura funeraria románica han quedado restos de piedra labrada con numerosas figuras, siendo importantes los sepulcros en que se veneran las reliquias de algunos santos. Sólo en algunas ocasiones la escultura, que se añade a los exteriores, toma una forma totalmente secular.
La pintura románica tiene, como la escultura, un carácter casi exclusivamente religioso. Los dos medios usados son pinturas sobre tablas o frescos sobre paredes y techos. A pesar de que se puede hablar de un notable realismo, la finalidad del pintor no es reproducir el objeto sino la representación de una realidad espiritual, que las imágenes ayudan a manifestar. Su escasa mezcla de colores y su acentuación de las perfiles de las figuras son características de esta pintura.
En la pintura abundan las representaciones de Jesucristo en su majestad y poder bíblicas y la de su Madre con el Niño sentado en su regazo, y escenas bíblicas con referencia a ambos. La importancia que se daba a las historias de santos mártires durante la Edad Media hace que su vida y muerte son un tema preferido. Su martirio en especial es tratado con heroicidad épica y su representación recibe un especial, incluso exagerado, dramatismo. Son de gran importancia las tablas pintadas que servían de fondo o de frontal para los altares. Estas incluyen con frecuencia representaciones narrativas de misterios religiosos o de los sufrimientos de los mártires conocidos en la tradición hispana y europea.
La orfebrería tan frecuente en otros países, es menos frecuente en la Península, aunque también han quedado notables ejemplos de este arte. Su uso era vario, pero con frecuencia las arquetas de metales preciosos eran usadas para guardar reliquias de santos. |