Es sabida la dependencia artística que Roma sintió de Grecia, sobre todo en su primer periodo de desarrollo (siglo II a.C. al I d.C.) cuando Roma era todavía una colonia griega. Durante este periodo, las relaciones con Grecia, tanto económicas y sociales como culturales y artísticas fueron estrechas creando una permanente dependencia de la cultura griega. Este periodo fue seguido por otro, que se ha llamado imperial, en el que la vida social y política desarrollaron características especiales tanto en Roma como en las Provincias del Imperio, incluida la Península.
Se consideran características del arte romano, sobre todo en escultura, su mayor realismo y expresividad, aunque sin llegar a perder su helenización anterior y su admiración y dependencia del arte griego. El arte romano fue durante siglos la norma artística que unificó las provincias del Imperio.
Tras la conquista de la Península y su consiguiente incorporación al Imperio Romano, el arte romano fue también introducido en las provincias hispanas y, a consecuencia de la rápida y creciente romanización de la Península, los peninsulares adoptaron el arte romano como expresión del nuevo orden social y cultural. La romanización artística fue, como la social, más rápida y profunda en la zona ibérica del Levante, y el Sur, que en el extremo norte y occidental de la Península
En los restos artísticos que se han conservado no es siempre claro si se trata de un arte de hispanos romanizados o de un transplante dirigido por artistas romanos trabajando en la Península o incluso de simple importación de objetos y artefactos romanos. También muchas de estas obras señalan una tendencia helenizante no diferente de la que se observa en otras provincias del Imperio romano, y hasta cierto punto incluso en la misma Roma
El arte hispanorromano se distingue del de otras provincias romanas por una mayor calidad artística, aunque sólo muy raramente llegó a conseguir el refinamiento o riqueza de la capital. Notable en este arte es la ausencia de elementos nativos que determinen o transformen las líneas genéricas del arte romano. Se puede así hablar en la Península de arte romano, quizá romano provincial en Hispania, pero difícilmente de un arte hispanorromano con peculiaridades claramente determinantes.
Muchos de los restos romanos que se han conservado se relacionan con las ciudades y la cultura urbana, y sirvieron para mantener el desarrollo de la vida ciudadana. Así de interés social eran los circos para pruebas gimnásticas y carreras, teatros para las representaciones escénicas. Al interés ciudadano servían los acueductos con que se abastecían de agua las ciudades, poderosas murallas para su defensa, y las vías, calzadas y puentes, que hacían posible las comunicaciones de las ciudades entre sí y con Roma. De interés político eran los arcos de triunfo, construidos para conmemorar las glorias de los emperadores y marcar límites de ciudad o de provincia. Las ruinas de ciudades demuestran todavía hoy su avanzado concepto de desarrollo urbano, concepto de vivienda y su adorno.
Entre las artes decorativas la escultura fue la que alcanzó mayor importancia. De ella se han conservado varios ejemplares de Venus, torsos de hombres y numerosos bustos, masculinos y femeninos, de marcado realismo. Son también muy famosos los mosaicos, algunos de gran colorido y tamaño, unos representando escenas mitológicas, o de animales, o con motivos geométricos de muy cuidadoso trazado. Son frecuentes las obras relacionadas con el ceremonial de difuntos, mausoleos y numerosos sarcófagos y losas funerarias, algunos de gran sencillez, otros de gran riqueza artística.
Con el establecimiento del cristianismo en la Península, también se desarrolla un arte que es fundamentalmente romano con diferencias que responden a la fe religiosa o situación social de los cristianos en la Península. Así en sus obras se percibe una menor inclinación al uso del arte estrictamente ornamental y una ausencia casi total de figuras mitológicas y de desnudos humanos. Son más numerosas las obras relacionadas con el culto religioso y ceremonial de difuntos, como sarcófagos, tablas y mosaicos funerarios. |