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Santo Domingo, de Bartolomé Bermejo
Aunque nacido en Córdoba, Bermejo se estableció en Aragón y luego Barcelona, donde deja algunas obras que presentan las características prevalecientes en la pintura gótica aragonesa de fines del siglo XV. En esta obra, realizada hacia 1477, surge la figura majestuosa del Santo entre una extremada ornamentación sobre fondo dorado y prendas litúrgicas adornadas con gran riqueza y detalle, que tienden a distraer al contemplador. Con un rostro un tanto geométrico y un aspecto de seriedad monástica impresionante, ostenta una capa cubierta de bordados y mitra cuajada de pedrerías, luce sobre él un nimbo de delicados rayos luminosos, que transparentan los adornos del fondo. Su figura está rodeada de las virtudes, Fe, Esperanza, Caridad, Fortaleza, Justicia y Templanza, concebidas como imágenes de un altar gótico.