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Conde-Duque de Olivares, obra de Diego de Velázquez
Pintura ecuestre del Conde-Duque de Olivares, omnipotente y ambicioso valido de Felipe IV  (1621-1665) durante los 21 primeros años de su reinado. Pintado en 1634 el retrato manifiesta claramente el carácter de Olivares. Sentado sobre hermoso caballo bayo,  entonces privilegio de los reyes, su figura en escorzo popular en el barroco y un gesto determinado y frío, es uno de los más importantes retratos realizados por Velázquez. En él usa una pincelada suelta con un fondo de cielo a base de manchas, referencia, quizá, a la historia bélica de España en su tiempo.