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Cristo en la Cruz, obra de Diego de Velázquez
En 1632, Velázquez, tras haber residido tres años en Italia, recibió del rey la comisión de pintar un Cristo en la Cruz para el convento madrileño de San Plácido. Se ha querido ver en él influencia de Pacheco y de la pintura italiana. Siguiendo la tradición sevillana, Velázquez lo realiza con cuatro clavos, en lugar de tres. En su obra, Velázquez, sobre un fondo tenebrista pinta el cuerpo del Crucificado con un realismo que evita la excesiva calidad física de la figura y de su condición en la cruz, resaltando tan sólo una majestuosa serenidad que triunfa sobre la muerte. Es uno de los cuadros religiosos más apreciados por los españoles y posiblemente el que mejor expresa la espiritualidad española.